Hace sólo 21 años, el 16 de Abril de 1.995, Iqbal Masih, niño cristiano
pakistaní de 12 años, fue asesinado por sus dirigentes por denunciar
internacionalmente, la situación de explotación a la que vivían sometidos
millones de niños como él. Iqbal había sido explotado como esclavo por las
mafias de las alfombras desde los 4 a los 10 años. Su vida fue un testimonio de
lucha por la liberación de otros niños esclavos, siendo signo de esperanza para
ellos.
¿Ha muerto de
verdad Iqbal Masih? No. Vive en tantos niños y niñas que siguen condenados a
esa misma realidad. En nuestro mundo, más de 400 millones de niños (165
millones de ellos menores de 5 años) viven en situación de esclavitud. Han sido
arrancados de sus familias para ser utilizados como niños soldados, explotados
sexualmente, asesinados para traficar con sus órganos o utilizados como mano de
obra esclava, sin derechos, sin remuneración, desarrollando jornadas
interminables en condiciones inhumanas, de auténtica esclavitud. Como
consecuencia, se ven privados a diario de sus derechos a una vida digna, a la
educación, al juego, a gozar de los afectos familiares, a la
salud y a todos los demás derechos de la Infancia reconocidos, formalmente, en
las legislaciones internacionales.
Así, los niños
esclavos, se han convertido en una pieza clave de nuestra economía mundial. Parece
un disparate pero sin embargo es una realidad. Es cruel que en pleno siglo XXI,
haya millones de niños esclavos y a la vez millones de adultos en paro. Pero si
lo pensamos bien los niños dan menos problemas que los adultos, trabajan por
menos salario, es más fácil manejarlos y utilizarlos como mano de obra esclava,
niños soldados o como víctimas del turismo sexual.
Nos podemos preguntar
porqué en pleno siglo XXI, en un mundo globalizado y con tantos avances
tecnológicos que harían posible dar de comer a toda la humanidad y que todos
pudiésemos vivir en condiciones dignas, hay tantos niños sufriendo, viviendo y
muriendo en condiciones de esclavitud.
Quizás estas
palabras de Ghandi nos ayuden a responder la pregunta “La tierra produce suficientes
alimentos para alimentar a todos, pero no para la codicia de algunos”.
Y es que la
utilización de niños se ha convertido en un gran negocio para las
multinacionales como Nike, Reebok, Adidas, Inditex (Zara), el Corte Ingles,
Mattel, Ikea, Disney …. Además hay mafias que trafican con niños obligándoles a
participar en conflictos bélicos y a ser explotados sexualmente.
Sin embargo
también esta realidad forma parte de nuestra vida cotidiana, y colaboramos en
mantenerla.
De hecho, puede
ser que los plátanos que comemos y el café que bebemos estén empapados del
sudor de muchos niños latinoamericanos o africanos. Puede ser que las alfombras
que pisamos estén tejidas por niños paquistaníes encadenados a un telar;
cortinas, camisas, joyas y otros manufacturados podrían ser fruto del trabajo
oculto y forzado de menores de la India o Bangladesh; balones y juguetes
de nuestros niños podrían gotear sangre de tantos menores asiáticos y
caribeños, y el coltán de nuestros ordenadores y teléfonos móviles es problable
que haya sido extraído por niños africanos.
Si investigamos
sobre quién financia las guerras, nos sorprenderemos al descubrir que detrás
están importantes entidades financieras y que España es uno de los principales
países productores y exportadores de armas. Si nos fijamos en la explotación
sexual, descubriremos que España es uno de los principales clientes del
denominado como turismo sexual.
Este día internacional contra la esclavitud infantil resultaría
completamente inútil si cada uno de nosotros no atendiéramos la llamada
ineludible a hacernos sensibles y profundizar en el conocimiento de esta
realidad; a no consumir productos fabricados por niños esclavos, a crear una
conciencia social que potencie la denuncia pública de la injusticia e
inhumanidad de esta situación. Finalmente, deberíamos llegar a reclamar, de
forma urgente, a nuestros representantes políticos y sindicales para que,
dejando a un lado sus intereses particulares, conviertan la erradicación de la
esclavitud infantil en una prioridad real, asumiendo su responsabilidad de
crear un mundo más justo en el que todos podamos desarrollar, de forma
efectiva, una vida digna, en particular, los niños.