lunes, 20 de mayo de 2013

Una realidad que no es noticia: EL MATRIMONIO INFANTIL


Una de cada nueve niñas se casará antes de cumplir los 15 años


La periodista Cristina Lomba publica (ver noticia completa) en el diario "Libertad digital" una noticia digna de que el mundo sepa lo que realmente sucede en el mundo.

El matrimonio infantil es una realidad que azota principalmente a los países del hemisferio sur y que afecta sobre todo a las niñas. Según un Informe del Fondo de Población de la ONU (UNFPA), una de cada tres niñas que viven en países subdesarrollados, excluyendo China, se casarán antes de cumplir los 18 años. Una de cada nueve se casarán antes de cumplir los 15. La mayoría viven en zonas rurales, son pobres y su educación también lo es. La pobreza a menudo subyace en el matrimonio infantil. Según el informe "un matrimonio en la infancia supone un final prematuro y poco natural de la niñez". Se les obliga a ocuparse de las tareas del hogar, mantener relaciones sexuales y, por lo tanto, en muchos casos, cuidar de los hijos, responsabilidades para las que no están preparadas ni física ni emocionalmente.

Novias del hambre

Las crisis humanitarias agravan la vulnerabilidad de las niñas. Algunos padres creen que el matrimonio asegura el futuro de sus hijas. En tiempos de conflicto o en desastres naturales los padres pueden casar a sus hijas como último recurso, ya sea para llevar a la familia un ingreso a o para ofrecer a la niña algún tipo de protección, sobre todo en contextos donde la violencia sexual es común. Estas chicas son llamadas "novias de hambre". Se han dado situaciones de este tipo, por ejemplo, en Liberia, Uganda, Sierra Leona o Sudán durante los conflictos armados. En muchos de estos lugares, en los que el conflicto surge entre dos etnias, la violación se utiliza como arma de guerra para "contaminar" a las mujeres de la otra etnia, que serán repudiadas. Sus padres intentan casarlas con un hombre de su misma etnia que las proteja frente a los ataques de los hombres de la otra raza.
Más de 67 millones de mujeres se habían casado con menos de 18 en 2010 en todo el mundo. Si nada cambia, en la próxima década 14,2 millones de niñas menores de 18 años se casarán cada año, 15,1 millones de niñas al año a partir de 2021.
En muchos casos son aisladas de su familia y sus amigos. Según explica en el informe el director del Fondo de Población de las Naciones Unidas, Babatunde Osotimehin, "elegir cuándo y con quién casarse es una de las decisiones más importantes de la vida". Y añade que debe ser tomada "cuando se esté listo, como un adulto". A menudo, el matrimonio infantil condena a las niñas a ser analfabetas. En Sierra Leona, del 90% de las niñas que concluyen la educación primaria solo la mitad de ellas acaban el primer ciclo de la educación secundaria y un número mucho más reducido termina el bachillerato. Y aunque en Sierra Leona ya existe una Ley que fija la edad mínima para el matrimonio en 18 años la dificultad procede de su aplicación, ya que las costumbres son muy fuertes.

El parto, principal causa de muerte

Una vez casadas, las niñas son incapaces de rechazar las relaciones sexuales por lo que suelen quedar embarazadas a muy temprana edad. Las complicaciones en el embarazo y el parto son la principal causa de muerte entre las adolescente de 15 a 19 años en los países subdesarrollados según la ONU. Una de los daños más comunes que provoca en estas niñas el parto es la fístula obstétrica, que suele ser causa de un parto demasiado largo. Esta lesión provoca en las niñas constantes dolores e incontinencia, y por lo que muchas veces son rechazas por sus maridos, familias y comunidades. Además, estas niñas son especialmente vulnerables a contraer el Sida y otras infecciones de transmisión sexual. Casi 16 millones de niñas adolescentes dan a luz cada año en los países del sur. Para Naciones Unidas (ONU), prevenir el matrimonio infantil implica reducir el embarazo precoz y con ello el riesgo tanto de la madre como del hijo. (Mapa; Fuente: UNFPA)

                                                              

domingo, 12 de mayo de 2013

Hay alternativas al trabajo y la esclavitud laboral infantil

¡Estamos de celebración!

Un año más, con el Día Internacional por el Comercio Justo (Fair Trade en inglés) celebramos que hay alternativas, que es posible adquirir productos con garantías de que no están relacionados con trabajo infantil.

La European Fair Trade Association (EFTA), creó un grupo de trabajo denominado como FINE, que estableció la siguiente definición para el Comercio Justo: "es una asociación comercial que se basa en el diálogo, la transparencia y el respeto, y que intenta conseguir más igualdad en el comercio internacional. Contribuye al desarrollo sostenible porque ofrece mejores condiciones comerciales a los trabajadores, especialmente en el Sur, y protege sus derechos".

Son numerosas las organizaciones, algunas de ellas del ámbito de la cooperación al desarrollo que vuelcan sus esfuerzos en que estas relaciones comerciales más justas sean una alternativa real en la que basar nuestro consumo. Es mejor que estos trabajadores se ganen la vida produciendo en lugar de vivir de nuestra caridad. Algunas de estas organizaciones se agrupan en Coordinadoras Estatales por el Comercio Justo, llevando a cabo una gran labor de concienciación, difusión y distribución de productos.

Existen a su vez otras organizaciones que otorgan el sello de Comercio Justo a distintos productos, cada vez más variados. Este sello garantiza que el producto que tenemos entre las manos cumple con una serie de criterios básicos, como se indican en la siguiente imagen:


Por lo tanto, además de garantizar otras condiciones justas para los trabajadores y el medio ambiente, ese sello nos está indicando que tenemos la certeza de que ni el producto ha sido elaborado, ni las materias primas han sido extraídas por manos infantiles. No podemos decir lo mismo de los productos que no llevan ese sello ya que entre ellos hay algunos que están impregnados de sudor (y sangre en algunas ocasiones) de niños y niñas. 

Parece que la reciente catástrofe del edificio Rana Plaza de Bangladesh nos hace abrir los ojos a la realidad de millones de personas (menores y adultos) en todo el mundo. El que es considerado ya como el peor accidente industrial del mundo en las últimas décadas se produce en el país con la mano de obra más barata del mundo no por pura casualidad. Pero, la responsabilidad de esta tragedia y de la tragedia de millones de niños y niñas trabajando, ¿de quién es responsabilidad? Si somos capaces de hacer auto-crítica y estamos dispuestos a asumir los resultados de esta, quizás veamos que como consumidores finales también tenemos parte de responsabilidad en estas tragedias. Hace años, un senador norteamericano preguntaba si seríamos capaces de descansar en paz bajo una lápida hecha con mármol extraído por menores. Sin llegar al final de nuestros días, ¿podemos vivir en paz si día a día nos vestimos o comemos productos que están robando la infancia y la vida a menores en alguna otra parte del mundo? 

La reflexión que nos propone el Comercio Justo no acaba ahí ya que también se nos propone cuestionar nuestros hábitos de consumo. Como indicaba el lema de una de las recientes campañas de Cáritas, se trata de “Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir”. Si asumimos una vida austera, establecemos un consumo con sentido ajustado a nuestras necesidades y estamos dispuestos a pagar lo que realmente y de manera justa valen los productos, estaremos evitando que se produzcan situaciones de explotación.
Esta opción no es algo que tenga que venir impuesto por nuestra situación económica, como por ejemplo en la actual crisis, sino que debe ser una decisión a largo plazo, una opción por vivir sencillamente para que otros puedan tener vida y además una vida digna.

Algunas de las consecuencias de comprar productos de Comercio Justo parecen bastante obvias; si hay adultos que podrán vivir de lo que ganan con su trabajo, de esta forma, no tendrán que emplear, prestar o vender a sus hijos para conseguir sobrevivir.

En definitiva, nuestros hábitos de consumo tienen importancia en la erradicación de la pobreza y esclavitud infantil. Los pequeños gestos de cada día pueden acercarnos a la colaboración con la explotación o a terminar algunas grandes injusticias de nuestro tiempo. Gracias al Comercio Justo y a otras iniciativas, conseguiremos ver algún día un mundo en el que la esclavitud infantil sea algo del pasado.