domingo, 12 de mayo de 2013

Hay alternativas al trabajo y la esclavitud laboral infantil

¡Estamos de celebración!

Un año más, con el Día Internacional por el Comercio Justo (Fair Trade en inglés) celebramos que hay alternativas, que es posible adquirir productos con garantías de que no están relacionados con trabajo infantil.

La European Fair Trade Association (EFTA), creó un grupo de trabajo denominado como FINE, que estableció la siguiente definición para el Comercio Justo: "es una asociación comercial que se basa en el diálogo, la transparencia y el respeto, y que intenta conseguir más igualdad en el comercio internacional. Contribuye al desarrollo sostenible porque ofrece mejores condiciones comerciales a los trabajadores, especialmente en el Sur, y protege sus derechos".

Son numerosas las organizaciones, algunas de ellas del ámbito de la cooperación al desarrollo que vuelcan sus esfuerzos en que estas relaciones comerciales más justas sean una alternativa real en la que basar nuestro consumo. Es mejor que estos trabajadores se ganen la vida produciendo en lugar de vivir de nuestra caridad. Algunas de estas organizaciones se agrupan en Coordinadoras Estatales por el Comercio Justo, llevando a cabo una gran labor de concienciación, difusión y distribución de productos.

Existen a su vez otras organizaciones que otorgan el sello de Comercio Justo a distintos productos, cada vez más variados. Este sello garantiza que el producto que tenemos entre las manos cumple con una serie de criterios básicos, como se indican en la siguiente imagen:


Por lo tanto, además de garantizar otras condiciones justas para los trabajadores y el medio ambiente, ese sello nos está indicando que tenemos la certeza de que ni el producto ha sido elaborado, ni las materias primas han sido extraídas por manos infantiles. No podemos decir lo mismo de los productos que no llevan ese sello ya que entre ellos hay algunos que están impregnados de sudor (y sangre en algunas ocasiones) de niños y niñas. 

Parece que la reciente catástrofe del edificio Rana Plaza de Bangladesh nos hace abrir los ojos a la realidad de millones de personas (menores y adultos) en todo el mundo. El que es considerado ya como el peor accidente industrial del mundo en las últimas décadas se produce en el país con la mano de obra más barata del mundo no por pura casualidad. Pero, la responsabilidad de esta tragedia y de la tragedia de millones de niños y niñas trabajando, ¿de quién es responsabilidad? Si somos capaces de hacer auto-crítica y estamos dispuestos a asumir los resultados de esta, quizás veamos que como consumidores finales también tenemos parte de responsabilidad en estas tragedias. Hace años, un senador norteamericano preguntaba si seríamos capaces de descansar en paz bajo una lápida hecha con mármol extraído por menores. Sin llegar al final de nuestros días, ¿podemos vivir en paz si día a día nos vestimos o comemos productos que están robando la infancia y la vida a menores en alguna otra parte del mundo? 

La reflexión que nos propone el Comercio Justo no acaba ahí ya que también se nos propone cuestionar nuestros hábitos de consumo. Como indicaba el lema de una de las recientes campañas de Cáritas, se trata de “Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir”. Si asumimos una vida austera, establecemos un consumo con sentido ajustado a nuestras necesidades y estamos dispuestos a pagar lo que realmente y de manera justa valen los productos, estaremos evitando que se produzcan situaciones de explotación.
Esta opción no es algo que tenga que venir impuesto por nuestra situación económica, como por ejemplo en la actual crisis, sino que debe ser una decisión a largo plazo, una opción por vivir sencillamente para que otros puedan tener vida y además una vida digna.

Algunas de las consecuencias de comprar productos de Comercio Justo parecen bastante obvias; si hay adultos que podrán vivir de lo que ganan con su trabajo, de esta forma, no tendrán que emplear, prestar o vender a sus hijos para conseguir sobrevivir.

En definitiva, nuestros hábitos de consumo tienen importancia en la erradicación de la pobreza y esclavitud infantil. Los pequeños gestos de cada día pueden acercarnos a la colaboración con la explotación o a terminar algunas grandes injusticias de nuestro tiempo. Gracias al Comercio Justo y a otras iniciativas, conseguiremos ver algún día un mundo en el que la esclavitud infantil sea algo del pasado.



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